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LA CONDUCTIVIDAD DE LAS PISCINAS, UN PARÁMETRO QUE NOS TRAE DE CABEZA

La normativa que regula las condiciones sanitarias de las piscinas públicas en la Comunidad Valenciana, el Decreto 85/2018, establece un límite a este parámetro que resulta difícil de cumplir sin aumentar considerablemente el gasto de agua de estas instalaciones.

 

¿Qué es la conductividad?
 La conductividad se define como la capacidad del agua para conducir una corriente eléctrica a través de las sales (iones) disueltas en ella.
Es por tanto, una medida indirecta de la carga química (sales y otros compuestos) que presenta el agua, es decir el Total de Sólidos Disueltos o TDS de una disolución.
Este parámetro, per se, no representa un riesgo para la salud de los bañistas – de hecho, nos bañamos en el mar con valores 10 veces superiores a las de las piscinas, o en piscinas de hidrólisis salina, con valores igualmente muy superiores a las piscinas convencionales.
La razón por la que se limita este parámetro es porque se pretende reducir la cantidad de sales o sólidos disueltos acumulados en las piscinas. El origen del incremento de estas sales / conductividad es múltiple: 
  • aportadas por los propios bañistas a través de sudor, etc.
  • adicionada a través de los productos químicos de tratamiento del agua (desinfectante, regulador pH, alguicidas, floculantes, etc).
  • aporte ambiental (brisa marina, lluvias, etc).
Resaltamos por tanto que el parámetro a limitar es el INCREMENTO de conductividad respecto al agua de llenado, no el valor absoluto del parámetro del agua del vaso de la piscina. Un agua con bajo incremento de sales es indicador de un agua de calidad, poco contaminada o alterada sobre el agua de origen.
 
 ¿Qué límites establece la normativa?
El Decreto 85/2018 promulgado por la Generalitat Valenciana establece que mensualmente se analizará este parámetro, cuyo valor en el vaso no superará en 1000 µS/cm el valor respecto al agua de llenado (en caso de piscinas de hidrólisis salina, este incremento se permite hasta 8000 µS/cm).
Este parámetro es pues analizado por el laboratorio que realiza la analítica mensual de cada vaso de piscina, tomando una muestra tanto del vaso de la piscina como del agua de llenado y calculando la diferencia.
La normativa establece que cuando se superen estos valores, se deben corregir, pero no se requiere cerrar el vaso hasta su normalización – es decir, se puede permitir el baño aunque se deben tomar acciones correctoras al respecto. 
 
¿Cómo podemos corregir este parámetro?
Renovando agua. No hay otra fórmula viable. Y aquí está el debate de este asunto.
Existen otros subproductos químicos del tratamiento de las piscinas que se acumulan en el agua y que se ha demostrado nocivos para la salud si sobrepasan los límites: cloro combinado, ácido isocianúrico, plata del floculante, cobre del alguicida… Y todos estos valores se corrigen, una vez superados los límites, renovando agua. Pero, si todos estos parámetros se encuentran dentro de la normalidad, ¿tiene sentido aumentar la tasa de renovación de agua para mantener la conductividad a raya?. Es más, ¿qué volumen de renovación diaria de agua puede requerir una piscina de un hotel vacacional de la costa levantina en pleno agosto para mantener dicho parámetro en los márgenes de normalidad? ¿Nos podemos permitir un incremento considerable de agua para cumplir exclusivamente con dicho parámetro, como denuncia el sector?
La polémica está servida. Evidentemente, desde el punto de vista legal debemos cumplir con lo establecido en la norma, y tomar las medidas pertinentes (renovar agua y/o minimizar el aporte de químicos) para controlar la conductividad.
Pero también las Autoridades Sanitarias deben replantearse una exigencia que es única (por norma o de facto) respecto al resto de comunidades autónomas de la costa mediterránea y a Canarias, en una zona de déficit hídrico como es nuestro territorio. La solicitud desde el sector está hecha.

Mientras tanto, algunos consejos para gestionar el problema de la conductividad:
  • Medir diariamente la conductividad: un conductivímetro es un equipo bastante barato y útil, y podemos medir diariamente la evolución de este parámetro en nuestra piscina. 
  • Analizar valores y sacar conclusiones: conocido este valor podremos relacionarlo con otros parámetros como el volumen de agua renovado, los valores de cloro libre y total, consumo de corrector pH u otros productos, o incluso número de bañistas, temperatura del agua, etc. Sin información objetiva a veces es difícil identificar soluciones. 
  • También debemos hacer un uso responsable de los productos químicos de tratamiento del agua – sólo usar los necesarios y en la cantidad necesaria.
  • Y por último, y quizás lo más difícil, fomentar la ducha previa al uso de la piscina a todos los bañistas.