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PROTOZOOS EN PISCINAS ¿QUÉ SON Y CÓMO CONTROLARLOS?

Los protozoos son animales microscópicos que pueden infectar al ser humano a través de varias vías, incluida el agua de baño. Aunque poco frecuentes, en piscinas se producen casos de diarreas por Cryptosporidium o Giardia, y mucho más raro pero impactante las infecciones por “amebas comecerebros”.

Resumimos en este artículo los principales protozoos implicados en infecciones por agua de baño, y las medidas de prevención y control a aplicar

Los protozoos son un grupo de microorganismos unicelulares eucariotas, diferentes y mucho más complejos que virus y bacterias. Son depredadores de bacterias, algas y hongos, aunque a su vez también pueden sufrir parasitismo por bacterias como Legionella, Mycobacterium, Listeria… 

Existen descritas unas 30.000 especies de protozoos. Sólo algunas de ellas producen enfermedades en el ser humano, como la malaria (Plasmodium spp), la toxoplasmosis, la leishmaniosis, tripanosomiasis, disentería amebiana… Se han identificado algunos de estos protozoos que han provocado infección a seres humanos a través de aguas de baño que han sido contaminadas por materia fecal.

Algunos de estos protozoos tienen etapas de la vida que alternan entre las etapas vegetativas y los ooquistes inactivos. Como ooquistes, los protozoos pueden sobrevivir condiciones difíciles, tales como exposición a las temperaturas extremas y a elevados niveles de desinfectantes en el agua como el cloro.

 

Principales protozoos vinculados a infecciones humanas en piscinas

Crypostporidium – criptosporidiosis

Este parásito produce dolor abdominal y diarrea, enfermedad autolimitante de una a dos semanas de duración, aunque en personas inmunodeprimidas puedes ser grave e incluso letal. El contagio se produce por la ingesta del parásito (los ooquistes o huevos, muy resistentes a condiciones ambientales adversas). 

Teniendo en cuenta que se requiere una dosis infectiva muy reducida (10 ooquistes serían suficientes para provocar la infección), y que una persona contagiada expulsa centeranes de millones de huevos en sus heces, la transmisión a través de contaminación fecal de agua de baño, o alimentos, es relativamente difícil de controlar sin las debidas pautas de higiene. En países en desarrollo se estima que entre el 1 y el 2% de la población está contaminada con este parásito, mientras que el 7% de los niños habitantes de países industrializados (como Estados Unidos y Canadá) que sufren de diarrea padecen criptosporidiosis.

Este parásito, relativamente desconocido hasta la fecha, alcanzó la fama mundial en un brote acaecido en 1993 el Milwaukee (Wisconsi- – EEUU) en agua potable, que afectó a 400.000 personas y provocó la muerte de un centenar de ellas.

Giardia – giardiasis

De características similares al Cryptosporidium, este parásito provoca diarreas, aunque en este caso acompañado de nauseas, pérdida de apetito, flatulencia… Es igualmente trasmitido a través de las heces humanas contaminadas, y los oocitos son resistentes a agentes externos como el cloro. 

La población más afectada es la infantil. Las infecciones por Giardia son más comunes en niños de 1-4 años en países con bajas condiciones sociosanitarias, existiendo otro pico de aumento de incidencia en el grupo de edad de entre 20 y 40 años (probablemente en relación al cuidado de niños y a los viajes internacionales)

Es probable que bastantes casos de infección por Giardia queden enmascarados por efectos gastrointestinales de tipo vírico, bacteriano o inespecífico. En este sentido, señalar que dos países con unos sistemas de abastecimiento tan desarrollados como Estados Unidos y el Reino Unido figuran a la cabeza de brotes descritos.

Amebas (Naegleria fowleri,  Acanthamoeba spp.,  Balamuthia mandrillaria o Vermamoeba vermiformis)

Como el resto de protozoos analizados, presentan una alta resistencia al cloro, especialmente en la fase de quiste, por lo que no se debe descartar la posibilidad de su presencia en piscinas. Las infecciones en humanos son muy poco frecuentes pero graves y pueden provocar, entre otros, daños irreversibles en el cerebro (la famosa ameba “comecerebros”), queratitis (infección en ojos) y trastornos epiteliales.

Por otra parte contribuyen a la formación de biofilms, ya que establecen un contacto estrecho con las bacterias. En este último caso, las bacterias (como Legionella) se refugian en estos huéspedes resistentes, donde pueden proliferar y protegerse de condiciones externas hostiles, como los procesos comunes de desinfección del agua.

Medidas específicas de prevención en las piscinas

Como se ha visto anteriormente, el origen último de la presencia de estos microorganismos en el agua de una piscina es la contaminación fecal, bien por aportación de los bañistas (o animales), o bien por uso de agua de llenado contaminada en origen.

Para el primer caso, entre las medidas específicas que se requiere aplicar destacamos:

  • Impedir (informar) que personas con diarrea o problemas gastrointestinales se bañen.
  • Solicitar que los bebes usen pañales específicos para el baño.
  • Disponer piscinas de chapoteo independientes de los vasos destinados a adultos.
  • Aplicar rigurosamente los protocolos de desinfección ante detección de contaminación fecal en la piscina (descargar PROTOCOLO HOSBEC de actuación ante incidentes fecales)
  • Evitar el acceso de animales (aunque más difícil, también gaviotas…) a las piscinas.

Para el segundo caso, se debe:

  • Utilizar agua potable para el llenado de piscinas
  • En caso de usar pozos privados, además de realizar un control microbiológico del mismo y disponer de autorización sanitaria al efecto, debemos garantizar que dicha agua de aporte se filtra y desinfecta (durante al menos 30 minutos) previa incorporación a la piscina.
 

El control de estos microorganismos en el agua de baño

Actualmente la evaluación de la presencia de estos microorganismos no está incluida en los programas de vigilancia sanitaria de las piscinas. Se justifica este hecho porque se analizan (mensuallmente y previa apertura) bacterias indicadoras de contaminación fecal como E.coli y otros indicadores de presencia de materia orgánica, que son más genéricos y fáciles de analizar que los protozoos. Debe tenerse en cuenta que el análisis de protozoos es muy costoso (una analítica conjunta de Giardia y Cryptosporidium ronda los 1.000 €) y son muy pocos los laboratorios capacitados para estos análisis.

El análisis de estos microorganismos tendría sentido sólo en el contexto de la investigación de brotes de estos parásitos vinculados a aguas recreacionales, y, desde nuestro punto de vista, siempre dirigidos y/o coordinados por las autoridades sanitarias.